ANTOLOGÍA POÉTICA DEL MAR; AUTORA: GERTRUDIS GÓMEZ DE AVELLANEDA GERTRUDIS GÓMEZ DE AVELLANEDA (1814 - 1873) AL MAR Suspende, mar, suspende tu eterno movimiento, por un instante acalla el hórrido bramar, y pueda sin espanto medirte el pensamiento o en tu húmeda llanura tranquilo reposar. Del infinito imagen terrífica y sublime concíbete la mente, temblando el corazón; tu inmensidad severa Con su poder me oprime, y comprenderte no osa mi tímida razón. Ni el vuelo de la mente tus límites alcanza; se pierde recorriendo tu vasta soledad; absorta si contempla tu indómita pujanza, atónita si admira tu augusta majestad. ¡Espíritu invisible que reinas en su seno, y oscilación perpetua le imprimes sin cesar! ¿Qué dices cuando bramas, terrible como el trueno? ¿Qué dices cuando imitas doliente suspirar? ¿Al mundo acaso cuentas el tenebroso arcano que en el abismo inmenso sepulta tu poder? ¿O luchas blasfemando con la potente mano que enfrefla tu soberbia, segundo Lucifer? Coloso formidable te he visto en tu osadía para escalar el cielo montañas levantar, y al trueno de la altura tu trueno respondía, cual si al furor divino quisieses insultar. Mas luego, quebrantado tu poderoso orgullo, atleta ya vencido mirábate rendir, y en la ribera humilde, con lánguido murmullo, rodabas por la arena tus orlas de zafir. Entonces tu ribera buscaba complacida, gozando de tu calma mi ardiente corazón, y acaso los pesares de mi agitada vida adormeció un momento dulcísima ilusión. Tal vez cuando en la playa tus olas me seguían, mirándolas, y oyendo su plácido rumor. __“iPalacioS te guardamos (pensé que me decían), encantos solitarios ignotos al dolor. “~Ven, pues, a nuestros brazos!, apaga en nuestros [senos el fuego que devora tu estéril juventud~ ven, pues, alma doliente, Y gozarás al menos en húmedos abismos pacífica quietud! “Si a veces nos alzamos terribles y violentas, vorágines abriendo con hórrido fragor, en tu alma se levantan más férvidas tormentas, y nunca nuestra calma sucede a su furor! “~Ven, pues, a nuestro impulso ~ranqUil5 te aban- [dona; que nuestros brazos fríos descanso y paz te den; de perlas y corales ciñéndote corona, que apaguen los latidos de tu abrasada sien!” ¡Oh mar! ¡Y cuántas veces en su fatal delirio tradujo así tu arrullo mi herido corazón!... ¡Y cuántas, ay, calmaste mi bárbaro martirio mirando de tus olas la eterna sucesión! Así, tal vez pensaba, sucédense los días, tras sí llevando raudos las penas y el placer, y pasan con los duelos las fiestas y alegrías, y nada, por ventura, durable puede ser. Que pasan las naciones y pasan los imperios, y un siglo al otro siglo sucede sin cesar... ¡El porvenir tan sólo conserva sus misterios! ¡El más allá, que inmóvil nos mira delirar! 1 Pasaron, ¡mar!, pasaron las ansias y tormentos que entonces me agobiaban con bárbaro tesón, y acaso sucedieron delicias y contentos que para siempre, ¡oh triste! pasados también son. Que nunca de tus olas agótase el tesoro ni agótase en el alma la mina del dolor, mas huyen y no tornan los dulces sueños de oro del alba de la vida dulcisirno favor. ¡ Prosigue, mar, prosigue tu eterno movimiento, cual sigue de mi vida la triste actividad!... ¡En ti con entusiasmo se fija el pensamiento, y si te busca en calma, te admira en tempestad! Prosigue, mar, prosigue, que pasan con tus recuerdos de amargura, recuerdos de placer; y en lontananza velan, inmóviles y solas, las rocas que resisten tu indómito poder. Así la fe se eleva, y en lo interior del alma, venciendo tempestades conserva su vigor. . ¡ Prosigue, mar, prosigue, y en tempestad o calma proclama la grandeza de tu inmortal autor! |