Boquerizu - Asturias

Nos moriríamos todos, me parece. Si tuviéramos que ser simpáticos todo el día nosotros, digo. Tampoco creo que haya que andar con demostraciones. Siempre estamos dudando de la palabra, y eso tampoco es. Son cosas que se dicen, y ya está. No hay que tomárselas tan al pie de la letra. ¿Cuántos han dicho alguna vez que se mueren, por ejemplo, de asco, y cuántos se han muerto, de eso, en realidad? Pocos. Pitágoras, se me ocurre, que después de que sus enemigos le quemaran la casa, y mientras sus discípulos huían despavoridos, que es corriendo mucho, entiendo, o cagando leches, pero con diccionario, se quedó paralizado ante un campo sembrado de judías, legumbre que aborrecía, y murió degollado allí mismo, por no cruzarlo, haciéndole dudar a uno, injustamente, de la utilidad de las matemáticas para la vida, si resulta que no van a servir para entender que, puestos a resolver raíces cuadradas, seguir respirando es una condición sine qua non. Sine qua non y que hace bastante falta, las dos cosas. O Hunter S. Thompson, se me ocurre también, el inventor del periodismo gonzo, o de tal nombre, cuando menos, que se pegó un tiro en la boca porque no podía soportar el fin de la temporada de fútbol o su propia perpetuación sin ella, que a lo mejor son la misma cosa, pero que constituyen otra forma de morirse de asco, de asco y miedo en Las Vegas, si quieren, pero de morirse, un poco. ¿Pero cuánta gente más, a ver? La gente dice que se muere de asco, o que se muere de risa, o que se muere de morirse de muerte natural si tuviese que ser, simpática todo el tiempo, pero después sigue viviendo, tan ricamente. Lo natural. De risa se murió Charlie Parker, de una risa tristísima, además, como de saxo, delante del televisor, y de risa se murió Crisipo de Soli, el filósofo griego, delante de un burro que comía higos y hacía unas cosas como de borracho, pero ninguno de los dos lo había anunciado con antelación. Ninguno había dicho: ay, que me desorino. Que me troncho. Que me muero. No. Se rieron, se murieron, y ya está. Como Alex Mitchel, un albañil británico de 50 años que, el 24 de marzo de 1975, sufrió un colapso cardiaco después de ver cómo el protagonista de su programa favorito, vestido con una falda escocesa y armado de varias gaitas, se supone que también escocesas, se defendía del ataque de una morcilla psicópata, sobre cuya complexión no les puedo dar datos, porque no los tengo. Luego dirán que Muchachada Nui es un descerebre, o sea.
Las tías siempre dicen que les gustan los tíos que las hacen reír, pero cuando ya tienen eso... van a buscar a otro". Es el concepto pagafantas aplicado al humor, digamos. Se puede ser un pagafantas, se puede ser un ayquerrisa, o se puede ser un ayquerrisa pagafantas, que sería el que pone el hombro, paga las copas, cuenta los chistes y hasta lleva al amigo que hará la noche, esa noche, a noche puesta.