Boquerizu - Asturias

Tras mi desgraciada aventura de hace unas semanas con el yogur fatídico no me han quedado ganas de experimentar con modernidades, así es que rehúyo todo aquello que contribuye a mejorar «algo»: el tránsito intestinal, el colesterol, los triglicéridos o el crecimiento capilar.

Es más, no sólo hago lo posible por evitar novedades culinarias o tecnológicas sino que con oír su mención se me erizan los vellos. Aún permanecen enhiestos desde hace unos días cuando me enteré de la última adquisición que se ha hecho para las dependencias del complejo de la Moncloa. Se trata de servicios de WC y urinarios de última generación. Estos nuevos artilugios sanitarios permiten programar digitalmente la descarga de líquido desinfectante durante las horas de uso del cuarto de baño y, además, dispensan automáticamente dosis de un producto desinfectante y de otro de fragancias que garantizan la higiene, desinfección y desodorización de inodoros y urinarios, ahorrando tiempo al servicio de limpieza que, claro está, tiene cosas mas importantes que hacer. Ignoro si los innovadores retretes incorporan música cuadrafónica, seguro que sí, pero no arriendo las ganancias a los usuarios, patriotas ellos, que opten por deponer acompañados del himno nacional.

Esto le cuesta al erario la módica suma de 45.000 euros anuales, pues la adquisición se hace en régimen de arrendamiento, que no de compra. No vayan a creerse que esto es una frivolidad, no. Se trata de austeridad pura y dura porque, con los tiempos que corren, nuestros mandamases han tornado del «acojone» a la «cagalera» y no es conveniente aumentar la plantilla de fontaneros que tengan que estar desatascando permanentemente los conductos de la residencia gubernamental y, además, para eso han inventado el concepto de I+D+i. Limpieza ante todo.

Y es que esto de la innovación es la bomba. No quiero ni pensar qué es lo que ocurrirá cuando esa «i» se haga grande. Miren, no hace falta irse a Madrid para maravillarse con las nuevas modernidades. Un establecimiento hostelero de Mieres ha inventado la pizza de callos que llaman «Roblejana» y está a punto de introducir en su carta la pizza de cabritu a la estaca, así es que, como el que no evoluciona se queda atrás y obsoleto, mi hijo está experimentando con un sushi de compangu que, dice, va a ser la hostia, y seguro que lo será. Son también platos de última generación, ¿o no?

Pero, como les decía al principio, «Duke» y quien suscribe somos de los que creemos que «como lo antiguo no hay na» y, de esta forma, investigamos en dirección contraria y creemos que sería un buen negocio abrir un restaurante, que llamaríamos Obsolescencia, donde sólo se sirviera sopa de curruscos, fabes, tocín y morciella, pitu caleya, quesu cabrales, arroz con llechi y frixuelos. Menú únicu, y luego a descargar a la cuadra, como se hacía antes, nada de váteres digitales y mariconaes por el estilo. ¿Saben aquél del músicu que después de haber comido opíparamente y, a preguntas de su compañero de fartura y deposición acerca de si tenía papel (para los músicos el papel es la partitura), dijo: «No, yo cago de oídu»?, pues eso.



MARCELINO M. GONZÁLEZ

La Nueva Esàña 13-12-2008