La dignidad del cerdo es inviolable LA DIGNIDAD DEL CERDO ES INVIOLABLE “Fue en un cajón estrecho de acorde a su rango, de cemento, bien hecho, donde abrió los ojos a la bombilla que al mundo alumbraba. Era la cerdita número cuatro de cuatro nuevas cerdas, otras tres yacían tendidas sobre ella, era tanta la apretura que casi se asfixiaba. Ya a los dos meses de mamar a destajo vino alguien llevándose a la madre – y ya no la trajo. Pero aún al irse borrando lo poco que recuerda le venían a la mente a la joven cerda las palabras de su madre: La dignidad del cerdo es inviolable, la dignidad del cerdo es inviolable. El calabozo en su hogar se convirtió, en aquel punto, un día tras otro, allí vivió, y siempre sobre sus propios excrementos se sentó. La fina nariz, el hedor, Se volvió triste, enfermó: Inyecciones hubo, cuando enferma cayó. ¡A parir! Se le ordenó; esto nunca lo aceptó, que la vida del cerdo sólo cría de puerquitos y cebamiento era. Y cuando su voluntad doblegada fuera, recordaba, cuando decía la madre: la dignidad del cerdo es inviolable, hija mía, la dignidad del cerdo es inviolable. Entonces llegó el transporte de ganado, y la tomó por las orejas y el rabo, junto con sus compañeros de desgracias. Todos temblaban y gemían de miedo, y viajaron durante horas de pie postrados, aún más apretados que de costumbre, estando encerrados. El cerdo es listo, de forma que ya intuye lo trágico de la situación, pero no huye. Sabía que era su última parada. En seguida reconoció el matadero, y partió sin ofrecer resistencia al carnicero. La dignidad del cerdo es inviolable, la dignidad del cerdo es inviolable. Nunca vio el cielo azulado, nunca pudo estar en un prado, nunca se sentó sobre paja seca, nunca se volteó en el barro, ni en la hierba, ni se apareó alegre y fresca. ¡Cómo podría yo comer este montoncito que da pena! Con el menú del restaurante en la mano pienso un rato y miro más allá de mi propio plato, no olvido las imágenes, no puedo con la cena. No quiero, pobre cerdo, ser partícipe de tu sufrimiento, sólo por haber aquí comido. Y en adelante pido, con coliflor gratinada ser servido. La dignidad del cerdo es inviolable, la dignidad del cerdo es inviolable. Reinhard May. Carta de Gabriele nº 2 (38 pág.) ¡Pídela gratis! Vida Universal - Apartado 8458; 28080 Madrid |