Santa Fe de Mondújar - Almeria

LOS CIPRESES DEL TERROR

Una noche un hombre iba con su guardaespaldas atravesando un río en cuyo margen había un pueblo, donde habían ocurrido muchos casos de ancianos desaparecidos, monjas huidas, residencias cerradas, casas rurales ocupadas, edificaciones sin licencias, en definitiva, presuntos casos de prevaricación por acción u omisión.

El oscuro tan profundo de la noche, presagiaba malos augurios, los olivos se volvían árboles, formando bosques enormes, silencios de cipreses, donde descansaban los restos de los antepasados del pueblo, todos con su alargada silueta pensaban en la llegada de un solo hombre, alguien que jamás dejó vivir en paz a sus vecinos, alguien mandado por San Francisco el Navarro para sembrar el terror en la villa, se pasó de rosca el abad en su abadía, porque él mismo tenía maldita la villa que gozaba de cruz y de nombre santa.

El hombre conocía la fama que tenía el bosque de los cipreses, todo el que era llevado allí, no volvía jamás, tampoco se veían los restos, si no escarbabas en alguna fosa y levantabas la tapa del ataúd.

Tenía miedo, mientras pensaba "Dios mío, no me extraña que vengan aquí a suicidarse, esto está más perdido que... eh, ¿qué es eso?"

Notó que había algo en la bóveda y cuando estaba ya cerca vio que era una pareja tendida en el suelo. La chica de ochenta años no se movía pero el chico de noventa y tres estaba haciendo señas pidiendo ayuda ¿Les habrían enterrado ¡VIVOS!? ¿Quién sería el atrevido?, si aquí solo se entierran vivos cuando yo lo autorizo.

El hombre malvado se acercó más y les preguntó: "¿Qué os ocurre, en un sitio como este, como habéis llegado aquí?"

"...Vinimos a suicidarnos... Nosotros queríamos vivir tranquilos, pero los concejales no nos lo permitieron y las monjas nos echaron, por eso vinimos aquí para suicidarnos, pero estamos arrepentidos, por favor, llévenos a un hospital…”

El hombre se fue pensativo, siempre con su guardaespaldas. Después de gozar de su malvada acción, ordenó al guardaespaldas. ¡Llévalos a la Residencia de Illar! El obediente guardián obedeció. Tomó a la chica de ochenta años que seguía sin moverse y la llevo al coche, y ayudó a subir al chico de noventa y tres. Corrió todo lo que pudo hasta llegar a la Residencia de Illar, mientras oía la voz del chico de noventa y tres años “… ¿Esssta leeejos laaa reeesidencia? Poor faaavor, vaaaya deee priiisa…”

El coche llegó a la Residencia. "¡¡Socorro, por favor, hay dos que están muy graves!!" El guardaespaldas explicó todo lo que había pasado mientras sacaban a los dos de su coche. Parecía que el chico de noventa y tres años había perdido el conocimiento.

El guardaespaldas tuvo que esperar un buen rato hasta que salió el geriatra que examinó a los dos. "Doctor, ¿Cómo están? ¿Les salvará la vida?"

"Siéntese... Vamos a ver, según lo que explicó los encontró en el bosque de los cipreses, ¿verdad?" "Sí" "¿Hace cuánto tiempo?"

"Hará.. como una hora o un poco más..." "Y dice que habló con el chico de noventa y tres años." "Sí, la chica de ochenta no estaba consciente pero el chico de noventa y tres me explicó lo que pasó y todo el camino me estaba diciendo que corriera, que me diera prisa."

"Es que... es muy extraño... Los he examinado y los dos están muertos por lo menos desde hace 5 horas..."

El guardaespaldas no dijo ni media palabra, no quiso descubrir a su amo, pero si pensó que no hacía cinco horas que habían muerto, los mató algo que está aún sin descubrir, la caída de la residencia, la irresponsabilidad de sus promotores, el poco control de las autoridades políticas del dinero público y otras cuatro maldiciones más que cayó sobre ellos cuando el dinero entra por el bolsillo y la vergüenza sale por la ventana. Pero había que seguir trabajando, no se podía denunciar, ni morder la mano de quien te da migajas para comer EL AMO.

Tato