Santa Cruz de Marchena - Almeria

Así me lo contaron y así lo escribo

EL SHERIFF

Si, se trataba de una apuesta, alguien había jurado venganza.

En un día de otoño, cuatro sombras se movían en la penumbra del atardecer, ocupaban tres cuartos de la carretera, son cuatro hombres sin piedad, sus semblantes eran fríos, algunos de mirada lejana, otros con semblante de llevar mucha prisa, alguien con buche cervecero y, con andares de jinete descabalgado, El Sheriff.

Todos llevaban la misma dirección, la vista puesta en un punto concreto, un mismo destino… El Hogar del Pensionista “San Agustín”.

Sin mediar palabra, tomaron posesión de una mesa, donde se podía controlar todo movimiento extraño, se dominaba perfectamente el paisaje y se podía oír el sonido de las cinco campanadas del reloj de la torre.

Cada cual, puso sus herramientas encima de la mesa, tres de ellos a su derecha, el cuarto a su izquierda, eran sendos colt del 45, además, una hoz de puño corto, un corta uñas, un móvil con insistente búsqueda de wassap y un mechero de gas.

Todos los utensilios, formaban el arsenal que provocaría el caos, la reyerta, la furia.

Estaban preparados, iban armados hasta los dientes (el que tenía dientes, claro).

La impaciencia no les permitía la ausencia del gerente del bar, pronto solicitaron sus servicios, al unísono, se oyeron las voces de los cuatro Jinetes del Apocalipsis

¡¡¡¡ CACACACA MAMAMAMA RERERERE RORORORO !!!!

Acto seguido, una figura larguirucha, de mediana edad, apareció preguntando ¿QUÉ DAN DINERO? ¡Venga! Que tengo que pagar la luz del bar y hacer algunos arreglos para la distinguida clientela.

Dicho esto, se percató de los recién llegados, pudo observar que entre ellos estaban los espíritus que viera (o soñara) la noche anterior, recordando que, de la mano de Dios, salió un pergamino que estaba sellado con siete sellos, que se abrieron cuatro de ellos para liberar a los personajes que ocupaban la mesa.

Pronto los reconoció, montaban en caballos blanco, rojo, negro y el último bayo (caballo de pelo blanco amarillento), que según la exégesis (explicación o interpretación), representaban y eran las alegorías (ficción donde algo significa otra cosa diferente) de la Victoria, la Guerra, el Hambre, y la Muerte, aunque solo la última, o sea, la Muerte, se le designaba por el nombre de: Apocalipsis.

El gerente del bar cambió de color, solo pensaba en los votos de las municipales, hasta que poco a poco se le fueron pasando los nervios, para dar paso a su más agradable sonrisa, digna de todo hombre servil, que quiere agradar al que merecía pleitesía por su traición.

Ensimismado en sus pensamientos, que le tenía aislado del hecho real que estaba sucediendo, balbuceando, se dirigió por fin a los visitantes, para preguntarles:

¿Qué desean los señores? Si se puede llamar señores a estas almas venidas del mundo de la sabiduría.

El primero (era el mayor), pidió, de forma contundente:

¡UN TUBO CON ALCOHOL!

(el camarero tomando nota, repitió: Un cubo de color ¿De qué color quiere el cubo)

¡UN TUBO, UN TUBO! Reiteró el mayor.

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El segundo (de parentesco cercano) afirmo categóricamente:

¡OTRO TUBO ETCÉTERA, ETCÉTERA!

(De nuevo, el camarero, se disculpó - ¿Lo quiere de cafetera, cafetera o descafeinado?

¡OTRO TUBO, OTRO TUBO, el etcétera es reiteración!

Aclaró el segundo.

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El tercero (de pocas palabras) con su hilo de voz alegó:

¡LO MISMO CON TAPAS!

Nuevamente el camarero, que quiso ser amable, tomando nota repitió: -Un chivo con patas, tendremos que encargarlo.

¡ES TUBO, OTRO TUBO pero CON TAPAS, T-A-P-A-S!

Aclaró el tercero, con sus dificultades para gritar.

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Por último, el cuarto, que no quería desentonar (dada su personalidad de pasar por no visto) echándole redaños al asunto de la petición que se cuestionaba gritó:

¡UN BASO DE LECHE PASCUAL!

De nuevo el camarero, respondió, vale señor, esta vez le he entendido, se refiere a… Un plato de escabeche sin sal.

¡UN BASO, BASO ¿ME OYE? LECHE, LECHE PASCUAL!

Tuvo que reiterar el que no quería ser visto.

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Los cuatro se miraron, ya se conocían y cada cual sabía de su responsabilidad en esta misión, por lo que, hecha la petición, añadieron:

Y UN DOMINÓ BLANCO, de veintiocho piezas, con seis fichas de a seis, seis fichas de a cinco, seis fichas de a cuatro, seis fichas de a tres, seis fichas de a dos, seis fichas de a uno y seis fichas de a blancas. Dejando constancia así, que se referían al dominó Occidental, del siglo XVIII, aparecido en Italia y no del originario chino.

El camarero, en esta tampoco acertó y queriendo replicar a lo que le pedían, dijo:

¡Vale! Un comino en el ajo blanco, con bizcochos y tazas, para el rey, para el gringo, para el gato, para el estrés, para la tos, para alguno y con pichas blandas…

¡NONONONO, NONONONO, NONONONO….!

respondieron los cuatro terribles a grito pelado.

¡UN DOMINÓ, PARA JUGAR, UN DOMINÓ…!

Dijeron, mientras hacían movimientos con las manos sobre la mesa simulando que movían fichas.

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El gerente se marchó presto a cumplir el encargo recibido, llevando a la mesa el estuche que contenía el juego de dominó y abriéndolo, murmuro….

- Que disfruten los señores.

Las fichas volaron al ser movidas, sobre la mesa, por el mayor de los asistentes.

Daba comienzo la partida.

El seis doble iniciaría el juego, que sería por parejas, no se oía respiración alguna. El resto de los asistentes, todos, estaban boquiabiertos, no se notó ni el más mínimo respirar, ni un solo aliento, algún que otro suspiro aguantado, ante tanto misterio de los recién llegados a la dependencia, donde nunca habían sido vistos.

Conforme avanzaba la partida y ante las posturas que se materializaban, los asistentes, transeúntes y mirones, se acercaban a la mesa con mucho sigilo. Quedaron parados ¡EN SECO! Por algo que les hizo dar un temeroso salto hacia atrás al oír la voz del Sheriff decir:

¡¡¡CIERRE A PITOS!!!

Los que intentaron acercarse a la mesa de los nuevos visitantes, volvieron a ocupar su lugar de origen, todos quedaron inmóviles, no jugaban a nada, las manos se les paralizaron, el pensamiento lo tenían en los invasores del Hogar del Pensionista “San Agustín”, donde se creían los amos y únicamente los cuatro colt del 45, les paralizó hasta el aliento, alguien intentó llamar a la autoridad competente con un móvil, pero le cogieron la mano con tal fuerza que le hizo soltarlo, no sin antes dar un gemido de dolor.

El asunto era serio, los recién llegados demostraron que estaban ya en condiciones de medirse con cualquier pareja en el juego de dominó.

El tiempo transcurría con una tensión cada vez más provocadora.

El camarero, para calmar los ánimos, se acercó a los jugadores (los recién llegados, puesto que allí solo jugaban ellos, no se atrevía a jugar ni Dios) y con voz tenue acompañada de reverencia, insinuó:

Si desean algo más los señores, invita la casa.

Fueron sus últimas palabras, el reloj volvió a sonar, para dar las ocho de la tarde.

En el crepúsculo del atardecer, cada cual, enfundó sus herramientas, que yacían sobre la mesa, eran los colt del 45, además de la hoz de puño corto, el corta uñas, el móvil que seguía la búsqueda de wassap y un mechero de gas.

Dejaron cuatro euros sobre la mesa como pago de la consumición y cinco céntimos de propina, que retiró después el mayor del grupo.

No fue necesario utilizar el utillaje, levantándose de la mesa, los cuatro intrusos, con las espaldas pegadas entre sí, sin retirar sus manos de las armas, se fueron alejando a su cuartel general, de donde ¿Tal vez algún día? volverían a salir, pero ya estaban avisados, el Hogar del Pensionista “San Agustín”, no tenía amos, había sido tomado por el pueblo, ya no formaba parte del cortijo.

Eso sí, los intrusos, volvieron a su cortijo para seguir con naturalidad los improperios que se habían callado en el bar.

Tu sales cipollo