Padules - Almeria

De Padules a Almeria un 24 de Agosto de 1897.
Son días de fiesta y de jolgorio, no es pues de extrañarse que un paisano labrador de la hermosa e inocente Padules, no podía darse paz de haber llegado a los 50 años sin haber salido de su pueblo y mucho más sin haber visto la feria de Almería.
Se quejaba a menudo a sus amigos y decía que a toda costa pensaba este año en hacer una escapadita hasta la capital y saborear los festejos de nuestra feria, cuyo programa había oído alabar con tanto entusiasmo.

Fueron inútiles las amonestaciones de sus compaisanos que le decían que en Almería en tiempo de feria se lo habrían comido vivo y hubiera sido victima de los rateros que acuden en ese tiempo de todas partes.
Una mañana toma su sombrero, su vara y algunos cuartejos, abandona su hogar y después de algunas horas de viaje desciende hasta la soñada Almería.

Después de haber recorrido por algún tiempo sus calles y más que extasiado, atolondrado por tantas variedades que pasaban por delante de su vista, quiso buscar un lugar donde tomar un bocadillo y viéndose delante de un gran edificio pregunta al portero que estaba sentado a la puerta;

“ Oiga osted amigo, con su permiso le pueo jacer una pregunta rigular?
Vs dirá, contesto el portero ( limpiándose la cerilla de los oidos ),
“Pues ni mas ni menos, que osted me diga si hay aquí en esta tierra aonde comer , yo digo baratico, baratico”
Responde el portero, ¿baratico? Espere un poco que los empleados saldrán pronto, cuando tu veas uno con pantalón verdoso y sombrero de paja te vas detrás de él, y donde el se meta, te cuelas tu también, así no puedes equivocarte.

En efecto nuestro paisano en un instante ve al personaje señalado, lo sigue y entra detrás de él en una fonda sentándose a poca distancia.

Nuestro paisano había establecido hacerse servir los mismos platos que a su vecino, pensó ¡así no me engañaran, y lo que le hagan pagar al empleado pagaré yo también!

Al fin el empleado pide la cuenta y como era el último día del mes de su abono, debía pagar precisamente toda la mensualidad. El camarero efectivamente le trae toda la mensualidad .- Pesetas 98,60.-

El empleado saca impasible de su cartera un billete de cien pesetas lo dá al camarero diciendo, “ lo que sobra de propina “

El pobre paisano empezó a estremecerse y a cambiar de color y sentía revolotear el almuerzo en sus tripas, pensando que habiendo él mandado que se le sirviera la misma comida que al empleado tendría que pagar la misma cuenta de pesetas sin contar la propina!

La primera profecía de sus compaisanos se cumplía, me comerían vivo! No me dejaré pensaba entre si….

Así coge el momento en que el camarero está en la cocina, se coloca con prudencia el sombrero, se pone la vara debajo del brazo, arroja sobre la mesa un duro, y enfila a toda prisa la puerta y huya precipitado hacia la calle.

El camarero que lo había observado todo, y temiendo ser timado en el importe de 1,40 pesetas, importe de la comida del tosco labriego, corre a la mesa, examina el duro por si era falso, y persuadido de lo contrario va a la puerta de la fonda y grita a toda voz, Eh ¡ buen hombre que le sobran 3,60 pesetas!
Nuestro paisano que no oía mas que sesenta, sesenta …. Y creyendo que el camarero le reclamaba la fatal suma de 98,60 pesetas, se vuelve y a respetuosa distancia y batiendo la mano sobre el brazo, exclama; ¡ Lo demás pué Vs. cobrarlo en Padules!